LOS CHIFLES DE “DOÑA CHAVELITA”
- Ximena Morocho
- 3 feb 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 3 feb 2021
El plátano es un alimento rico en fibra, en el Ecuador ha generado muchas fuentes de empleo. Entre las transformaciones que se le da a este alimento se encuentran los famosos “chifles”, un producto natural, nutritivo y originario de nuestro país, de precio asequible para el consumidor. Además, es adicionado en encebollados, ceviches o son ideales para degustarlos acompañados de salsa rosada.

Es sábado 30, el reloj marca las 5 am, Isabel se sienta al filo de su cama se encomienda en Dios, y se alista para salir al mercado, donde adquiere todo lo necesario para elaborar sus chifles.
Su emprendimiento inició hace 30 años, “perdí a mi esposo, y me quedé sola con 6 hijos, debía llevarles alimento y necesitaba dinero, aprendí hacer chifles y motivada por mi cuñada, comencé a venderlos”, son las palabras con las que Isabel Poma empieza a contar la historia de su emprendimiento.
Luego de ducharse, prende su radio, lava los plátanos y se sienta en una pequeña silla de madera, e inicia a rayar el plátano para pelarlo, “freír los chifles toma tiempo, a pesar de llevar bastantes años en esto, aún me demoró pelando los plátanos a mano”, señala con una sonrisa en su rostro.
Carga en sus brazos la fuente que contiene los plátanos pelados y se dirige a su pequeño cuarto de trabajo, coloca una paila grande sobre la hornilla de la cocina, la enciende y comienza a regar los aceites, “tengo que dejar que se caliente el aceite, para poder rayar el plátano, caso contrario se demora mucho”.
El sonido del aceite al hervir se hace presente, Isabel toma la ralladora, un plátano y rápidamente inicia a rallarlo, en la paila se observa el plátano hirviendo en el aceite y luego de unos minutos comienza a tomar color, con un cernidero saca los chifles que ya están en su punto y los coloca en una tina para que se vayan secando poco a poco.
Las horas pasan, en el lugar el calor se hace presente, el cansancio en el rostro de Isabel es muy notorio, sin embargo, sonríe y dice “nada es fácil, todo cansa, pero sin esfuerzo no hay recompensa” y bebe un vaso de agua.
Son las 16h30, el trabajo termina, apaga su cocina, tapa sus chifles y lleva la tina a una mesa, mientras tanto barre el lugar de trabajo, guarda todo lo utilizado y se sienta a descansar, necesita enfriar su cuerpo para ir a tomar un baño.
Han transcurrido 2 horas, se sienta en una mesa junto a su hija e inician a enfundar los chifles, polvorean sal y rellenan las fundas. Entre risas y bromas, se comentan historias. Son las 20h00, han terminado de enfundar, su hija se encarga del sellado mientras Isabel se dirige a preparar algo de comer.
Su hija es muy ligera en el sellado, rápidamente termina el trabajo e inicia a separar los pedidos, coloca en distintas fundas los chifles dependiendo la cantidad, termina de empacar y se dirige con su madre a merendar. Luego de limpiar y lavar todo lo utilizado, van a descansar.
Es domingo 31, el sol apenas está por salir, Isabel ya se encuentra de pie, está lista para preparar su salsa rosada, en su licuadora coloca tomate, cebolla, huevo, aceite y culantro, la enciende y deja que los ingredientes se mezclen por unos 2 minutos, luego la apaga, la cierne, y coloca el contenido en pequeñas fundas, para adjuntarlas dentro de sus pedidos, “mi secreto está en la salsa, yo la hago con mucho amor, por ello mis clientes siempre la piden, y como el precio es cómodo no hay impedimento alguno para no degustarlo”, sonríe y continúa añadiendo la mayonesa en sus pedidos.
Son las 08h00, fuera de su casa se oye la bocina de un vehículo, es su hijo quien viene por ella, entre los dos colocan las fundas dentro del carro, y con la bendición de Dios se dirigen a realizar sus ventas.
Con una sonrisa entrega los pedidos en los domicilios de cada uno de sus clientes, quienes reciben gustos los chifles con salsa rosada.
El reloj marca las 13h00 del domingo, "doña Chavelita", como acostumbran llamarla sus familiares y amigos más cercanos, regresa a su hogar cansada pero muy satisfecha de haber culminado su trabajo. Toma un baño, mientras su hija le sirve un plato de comida, se sienta en el comedor y platican como le fue con la entrega, luego de ello se dirige a descansar para recargar energías y estar lista para el día siguiente.

El sobrante de chifles los expende en su domicilio y también en las afueras del Hospital Solca, donde sus clientes la llaman de cariño “suquita”. La calidad de atención y el carisma que posee Isabel, hace que sus clientes adquieran gustosos sus crocantes chifles con salsa rosada, los mismos que tienen un valor de 0,50ctvs y que para Isabel han marcado su vida, pues ella comenta que han sido como la semilla mágica para sacar adelante a sus hijos.
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